sábado, agosto 16, 2008

Hilos y Horas

El mundo pende de un hilo,
el tiempo se congela con el rostro de la tierra,
un grito callado en la brisa,
un llanto esperando una luz.

El mundo pende de un hilo,
la vida en hielo se mezcla,
un rugido, un lamento.
El miedo mata mis miradas.

Siento que el mundo no me ve, que el aire no me toca. Lo que veo, no tiene la importancia de tiempos pasados, las apariencias desaparecen. Todo lo que parecia significar, he descubierto, que no es nada; un quejido intrascendente entre los campos llenos de vida. Pido un segundo para mi, pero no llega, el miedo de quienes viven atemorizados me toca, me hiere, puedo resistir el mundo entero, pero el miedo de los atemorizados me ataca; despues que dejó de importarme el mio, tras tanto dolor, es ahora el ajeno el que entorpece. El mundo no es cierto, las luces se apagan. Un canto se escucha al horizonte: ¿lo oyes? Es ese pequeño murmullo, es todo lo que la vida nos muestra, antes de él: el abismo, el río y el cielo. Correr, caer, trepar y volver a correr, parece no terminar, no acabarse. Pero termina y estaremos allá, donde el murmullo es canción clara y voz firme. El tiempo no cuenta ahí.

PD: Hay tanto que decir y es dificil; sólo imagenes por hoy, imagenes que no se interpretan sino que se sienten.
Adios.

sábado, agosto 09, 2008

Dos Cuentos...

Entre las gotas del cielo.


Tras un día agotador, una noche fría. Huelo el silencio en la facultad: vacaciones para el mundo, que no me incluye ahora. Un día termina, comienza una larga noche. Camino a la salida por los patios, acercándome lentamente al pesado portal que da al exterior. De pronto: voces, algarabía y lluvia... ¿Lluvia? Miro con cuidado en lo profundo de la noche, y mi sorpresa se encuentra en la penumbra: ¡gente bailando bajo la lluvia! Dirijo nuevamente mi mirada al portón, saludo al guardia. Me vuelvo y no oigo nada, ni voces, ni lluvia. Termina el día y comienza la noche.


Flores Blancas.


Desde el principio del gris, hasta el ocaso del día, en medio del concreto y caras apuradas, bajo la torre central, en un trozo de tierra nació un árbol de flores blancas. Un día pasaron por allí, quienes lo vieron. Vieron la sombra de la primavera entre sus pétalos pálidos. De pronto, uno fue arrastrado por el viento hasta la altura de las nubes, converso con ellas y ellas lo entendieron. Fue un momento, un instante perfecto. De pronto el cansancio desapareció en el humo del centro. ¡Un trabajo urgente! La visión del árbol se alejó junto con la primavera.



Quien sabe que se puede decir, solo espero el tiempo en que decirlo sea solo un recuerdo.